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Hubo un época, ya perdido en la noche de los tiempos, en el que los ordenadores y videoconsolas arcade no contaban con la potencia necesaria para ofrecer entornos de mundo abierto e incluso los escenarios acotados, tenían serias limitaciones.En tales circunstancias, los jugadores pese al apoyo de las imágenes en pantalla, tenían que usar un poco la imaginación como refuerzo dadas dichas carencias. Es más, por aquel entonces ordenadores y consolas no eran habituales en los hogares dado su precio.
Hablamos de las décadas de los 80 y 90, precisamente durante los 90 se empezaron a popularizar una serie de juegos de mesa en los que la imaginación tenía un papel crucial: los juegos de rol.
Estos juegos tenían distintas temáticas: desde las aventuras medievales, espaciales, de detectives…al principio habían pocos juegos, pero con el tiempo el catálogo se extendió bastante. En dichos juegos los jugadores interpretan el papel o «rol» de un personaje con unas determinadas características. Dichos personajes se «movían» por una aventura que un jugador especial llamado «director de juego» o «Master» había predefinido con anterioridad estableciendo un guión o argumento.Los únicos elementos físicos en el juego eran unas hojas en la que se detallaba las características y habilidades de nuestro personaje (bueno, habían figuras de plomo que los representaban y que se usaban para escenificar situaciones, como por ejemplo, combates) por lo tanto, todo lo que se hacía se tenía que decir, y el éxito de nuestras acciones se veía determinado por los porcentajes de la habilidad usada durante el juego y el lanzamiento de unos dados especiales: si sacabas con los dados un porcentaje inferior al de tu habilidad consigues realizar la acción, sino, fallabas.
Así pues, el juego consistía en un diálogo entre personajes, y la imaginación era el elemento en común. Hay algo especial en esto; si establecemos reglas a la imaginación podemos controlarla y volverla estable. Si la compartimos con más jugadores, resulta envolvente.
Con todo, precisamente esto hacía que los juegos de rol fueran relativamente complicados. Las partidas podían durar horas e incluso días o semanas en función de las acciones de los personajes y la duración del guión establecido por el director de juego. Además, el soporte físico era prácticamente nulo y este era sin duda lo que hacía que muchos se aburrieran.
Precisamente a mediados de los 90 salió un juego que cambió esto. Se trataba de un juego de mesa que integraba la mecánica básica de un juego de rol de fantasía medieval pero que contaba con un tablero muy chulo con habitaciones en una especie de castillo o mazmorra.
Cada jugador disponía de una figura que representaba a su personaje (guerrero, mago etc) y una carta con sus habilidades así que podía mover esta figura cual ficha por el tablero en busca de un tesoro o cumplir una misión como encontrar un determinado objeto. Ni que decir tiene que en cada habitación o incluso por los pasillos, podíamos encontrarnos con otras figuras de enemigos (orcos y demás) a los que había que derrotar con la correspondiente tirada de dados. Todo esto creaba un entorno visual muy atractivo, no teníamos la libertad de acción que nos daban los juegos de rol pero la ambientación era de lo más atractiva. Se trataba de Hero Quest.
El juego tuvo éxito, pero probablemente no el suficiente. Los juegos de rol aún no habían caído en desgracia, mucha gente los conocía y veían en HeroQuest un sistema simple y limitado pese a las expansiones disponibles. Además, a la vuelta de la esquina estaban los juegos de cartas de fantasía (un saca dinero, desde mi punto de vista) que triunfaron en el mercado.
Así pues, HeroQuest cayó en el olvido. Para los interesados en los juegos de mesa con figuras de temática fantástica ya había opciones más amplias y caras (como la serie Warhammer). Durante mucho tiempo el juego ha permanecido descatalogado y muchos de los que vivimos esa época pensamos que al menos HeroQuest te permitía jugar una aventura fantástica sin tener que pasar horas preparando complicados guiones que duraban horas en ser jugados o montar elaborados escenarios que precisaban de una amplia habitación y también horas y días de juego.
Al final, todo vuelve, y por fin tenemos a Hero Quest de vuelta en una renovada edición que costaba de media 114€ pero de tanto en tanto baja de precio hasta situarse entorno a los 90€ y ahora tenemos disponible por 69,82€ en Amazon.
Volviendo al principio de este soporífero post, hoy en día puedes comprar juegos de ordenador y consola con elaborados gráficos de mundo abierto, pero la experiencia de HeroQuest es única ya que mantiene el espíritu e interacción entre jugadores del que disfrutamos en los juegos del rol. Al fin y al cabo, esto es lo que se pretende: reunirse físicamente frente a la mesa, viajar con nuestra imaginación a un mundo fantástico con misterios y vivir una aventura o perecer en ella, todo dependerá de nuestras acciones, y suerte con los dados.
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